Un alegato por la fiebre


  

Un ejemplo de cómo difiere la comprensión alopática, de la homeopática  respecto al significado de los síntomas, puede verse con el caso de la fiebre.
La fiebre, que tan frecuente se produce  frente a diversas situaciones agudas y en  todo tipo de infecciones, representa en sí, una reacción de defensa del organismo, en donde se incrementa la actividad del sistema inmunitario.
 Lo atestiguan exámenes paraclínicos como la leucositosis o la velocidad de eritro sedimentación elevada, que dan muestra de un aumento de glóbulos blancos en la sangre, es decir de más elementos de defensa.
 Paradójicamente, la cultura alopática promueve “bajar la fiebre”, como primera medida, cuando con ella estamos en realidad entorpeciendo el camino de defensas, ya que la fiebre estimula la actividad de los glóbulos blancos e incrementa la respuesta inmunitaria del organismo.
La  alopatía clásicamente argumenta la necesidad  de calmar “un síntoma molesto” como sin duda puede llegar a ser la fiebre, y a la vez, en los niños, por el temor a la posibilidad de que hagan convulsiones febriles.
Que se trate de un síntoma molesto, no constituiría  una indicación absoluta para  eliminarlo, si se comprendiera la función curativa y defensiva que éste síntoma está cumpliendo. Lo cual, no es entendido.
Cuando hay que recurrir a procedimientos diagnósticos o terapéuticos cruentos, verdaderamente dolorosos,  no se cuestiona que allí el dolor es una instancia que “hay que soportar” para restablecer  “la salud”.
Estos situaciones “terapéuticas” son  vistos como un trance necesario e inevitable para recuperar la salud, no así el noble síntoma  de la fiebre, impuesto por la sabia naturaleza,  para defender el organismo en los casos en que es llamado a aparecer.
En segundo lugar, la indicación pediátrica de bajar la fiebre por la eventualidad de convulsiones febriles, no justifica la generalización de  su medida. Por un lado, por ser pequeño el porcentaje de infantes que frente a la fiebre tienen convulsiones. Por otro, porque precisamente,  el hecho de que un niño padezca convulsiones con la fiebre, es un síntoma homeopático característico, que en caso de que apareciese nos pondrá inmediatamente sobre la pista de qué medicamentos homeopáticos pueden modificar el terreno de predisposición a hacer convulsiones y curarlo, verdaderamente.