Enfermedades agudas y enfermedades crónicas


  
Para la homeopatía  existen dos clases de enfermedades: las agudas y las  crónicas.
Las enfermedades agudas son aquellas situaciones transitorias, pasajeras que al cabo de un cierto período por lo general breve, el sujeto, o muere por la intensidad de la misma, o recupera su equilibrio y el estado de salud.
Las enfermedades crónicas engloban  todas aquellas situaciones patológicas de las cuales el individuo no puede desprenderse y a lo largo de la vida van progresivamente acentuándose. El asma, las artritis, la diabetes, por ejemplo son enfermedades crónicas ; el sujeto las padece a lo largo del tiempo y  no puede liberarse de ellas.
Los inicios de una enfermedad crónica  forman parte de la vida mucho antes de que sus síntomas sean ostensibles. Es la energía vital la que está inicialmente desequilibrada. Su desorden irá progresando en el plano físico manifestándose primero a través de  pequeños síntomas, sensaciones o malestares funcionales (físicos o mentales) que pueden ser considerados carentes de importancia, menospreciados en general por el examen médico o por el propio paciente,  si bien pueden ser  “una queja” por la cual muchas veces consulta.
Cuando el desequilibrio de la energía vital continúa desarrollándose  o no se corrige, se comprometen  entonces progresivamente planos mas densos de la materia, afectando  los tejidos y órganos.
Las patologías crónicas severas, degenerativas, tumorales, etc, “no salen de la nada”, surgen de un largo proceso evolutivo dinámico, descansando sobre un profundo desequilibrio de la energía vital que les da origen.
Es frecuente escuchar las historias de pacientes que vagan de consultorio en consultorio recorriendo distintos especialistas por síntomas y malestares que relatan sin  encontrar solución a sus sufrimientos y en los que  no se les encuentra  elementos clínicos orgánicos que sellen un diagnóstico preciso. Estos pacientes luego de haber sido estudiados y descartado todo indicio clínico y paraclínico de patología,  son catalogados  de “nerviosos, hipocondríacos, pitiátricos o histéricos”, siendo derivados entonces al psiquiatra o al psicólogo como último recurso terapéutico.
En realidad, estos pacientes que se quejan, refieren un sufrimiento que es en sí genuino, si bien puede no tener una comprobación orgánica claramente establecida. Esa queja, ese malestar es en sí,  una señal  de que “algo no está bien”, a pesar de que no pueda ser objetivado por los medios técnicos que la medicina posee.
Es justamente el “ser sensible”, el psiquismo el primero en percibir el desequilibrio de la enegía vital, “el mal- estar”, por ser su esencia menos densa que el resto de la materia del cuerpo.
Cuando luego de un tiempo estos pacientes quejosos e hipocondríacos, presentan algun tipo de signo evidenciable “palpable”, o paraclínicamente comprobado, entonces en ese momento sí,  y hasta con “satisfacción diagnóstica” el médico puede decir: “sí,  usted tiene tal cosa”,  momento en el que quizás ya sea tarde para una terapéutica curativa. 
El  hecho  de “ser hipocondríaco”, es decir, temer  estar padeciendo alguna enfermedad, está hablando ya de un síntoma de desequilibrio, expresado en lo psíquico, pues ese temor está evidenciando un “mal-estar”, una ansiedad, una incertidumbre  que perturba la vida del individuo.
Para la homeopatía el “propio sentir” del sujeto es primordial, y siempre se debe confiar en los síntomas que éste trae.
Sus sensaciones llamativas extrañas o particulares hablan de ese paciente y lo diferencian del padecimiento de otro, si bien pueden ambos tener el mismo “diagnóstico de enfermedad”.
Lo que cada persona “siente” en el cuerpo y en su mente, en sus emociones,  forma parte de la integridad indivisible de la vida y a la vez, es lo que la patogenesia de cada medicamento homeopático recogió  en su experimentación.
Por tal motivo “nada” es descartable en homeopatía. Un síntoma “insignificante” a los ojos de la clínica tradicional puede ser fundamental en homeopatía porque puede  a través de ese detalle, identificar  el medicamento que fue capaz de provocarlo en la patogenesia, y a la vez,  con él,   abrir la llave de la curación del paciente.
Por ejemplo, que un paciente sienta “calor en los pies, en la cama mientras duerme y los saque  fuera de las sábanas aún en invierno, puede no tener ningún significado para el médico alópata. En cambio para el médico homeópata ese síntoma (junto a otros de la totalidad), puede determinar el diagnóstico de medicamento para curar al paciente, ya que éste es un síntoma proveniente de la patogenesia y  lo han generado sólo algunos  remedios.

Recordemos por otra parte,  que para la homeopatía desde Hahnemann, las enfermedades crónicas son producto de sucesivas supresiones de síntomas inicialmente superficiales y benignos cuya  intención  exonerativa del desequilibrio vital se vio entorpecida. 
La supresión al no permitirle al organismo volcar la carga exonerativa del desequilibrio más superficialmente como espontáneamente tiende a hacerlo, afecta entonces a órganos y tejidos mas internos y vitales para el organismo.

De este modo, las enfermedades agudas pueden entenderse como crisis exonerativas a las que el organismo recurre periódicamente como intento de expulsar o superficializar el desequilibrio vital que le afecta en determinados momentos.
Por tales razones, muchos cuadros agudos deben ser contemplados y su significado evaluado en el contexto de la evolución de cada paciente.
Si por ejemplo, un paciente asmático durante el tratamiento experimenta una descarga transitoria de secreciones respiratorias importante, sin empeoramiento de su cuadro vital general, debe respetarse esta reacción exonerativa del organismo y entenderla como parte del proceso de curación de su patología crónica. El paciente está recuperando el sentido exonerativo y centrífugo de la fuerza natural de curación de su propio organismo.
O si por ejemplo le apareciera una erupción cutánea, o una crisis diarreica, etc, etc, todos estos son síntomas que hay que considerar en qué contexto se dan, pues a pesar de ser  molestos, pueden estar representando síntomas exonerativos de la  dinámica  de curación de enfermedades crónicas mas severas que posee el paciente, tal como lo señala la ley de curación de Hering, y suprimirlos pueda quizás entorpecer o hasta detener esta evolución.
Esto no significa que el médico homeópata no trata los cuadros agudos.
Por el contrario. Muchos cuadros agudos tratados con homeopatía tienen evoluciones mucho mas rápidas y suaves que con los tratamientos alopáticos convencionales. Sólo quiere decir que hay que entender y considerar en qué contexto y situación particular se da el cuadro agudo en cada paciente, ya que para cada caso los síntomas pueden tener un sentido y significado evolutivo diferente y de suma importancia para la curación del paciente.
La cultura alopática en la que estamos inmersos no da lugar a comprender ni tolerar “molestias”, que pueden ser simples sensaciones pasajeras, las cuales rápidamente deben ser eliminadas, sin tomar en cuenta que el lenguaje del cuerpo a través de sus síntomas está expresando un equilibrio adaptativo cuyo orden debe ser ayudado a resolver pero no intempestivamente acallado.