La naturaleza es sabia


 

La vida tiene un orden. Se crea, recrea y mantiene hasta donde sus condiciones son posibles.
Nada está aislado en el mundo, y cada parte reacciona a las influencias recíprocas de las
demás.
La naturaleza es hija y parte de este universo de múltiples reacciones y cambios.
Cambiar es una acción inevitable en el equilibrio entre las partes, el cual es en esencia dinámico, es movimiento, ya que “nada está quieto” en el universo.
La vida es una particular forma de movimiento frente al resto de las cosas que a distintos ritmos,  también se mueven.
En cualquiera de sus formas, se mantiene gracias a un particular ordenamiento  que nuclea sus elementos.
La vida se construye y se destruye en permanente intercambio con destrucciones y construcciones de otros órdenes.
Los átomos y moléculas que hoy son parte de nuestro cuerpo, ayer formaron parte de un río,  de una planta  o de otro animal, y mañana serán de nuevo de la tierra,  del agua o del aire.
El hombre tiene entre sus virtudes la de poder reconocer al menos en cierta manera su unión con ese todo, en cuanto nada nos pertenece en definitiva más que el participar y acompañar el inevitable juego de los cambios.

Hipócrates, médico griego, considerado uno de los “padres de la medicina” (469-399 A .C.), señaló en sus escritos ciertas observaciones  a cerca de  los procesos de curación.
Habló de la “Vix medicatrix naturae” o fuerza natural de curación. Esta tiene que ver  con la capacidad del propio organismo de mantener un orden que regula el equilibrio del estado de salud. Esta capacidad forma parte de la naturaleza de los seres vivos.
Cuando por diversas causas este orden es afectado se evidenciarán los síntomas de enfermedad. Entonces el organismo pondrá en marcha todos los mecanismos a su alcance para reinstaurarlo.
Si existe una falla, como por ejemplo, ante la provocación de una herida, el propio organismo activará todos los mecanismos normales y habituales de que dispone para repararla (cerrar, cicatrizar, etc, ) y reacondicionar  de este modo el orden vital.

Por tanto, “estar sano”, significa  mantener ese orden que naturalmente nos organiza como seres vivos.
La enfermedad,  representa  la manifestación de que ese orden se afectó por algún motivo.
Cualquiera sea su expresión,  física o mental, esa “fuerza interna ” que regula el orden ha sido insuficiente  para mantenerlo.
Esto no quiere decir que  haya abandonado la lucha por la vida.
La enfermedad puede verse desde esta perspectiva,  como la expresión del esfuerzo del organismo por reordenarse, pero que ha resultado insuficiente para hacerlo en forma completa.

Entonces, la enfermedad representa ahora el mayor orden posible, “un nuevo orden”,  al que  el organismo ha podido acceder adaptándose a un “nuevo equilibrio” creado en  determinado momento de la vida.
Esta forma de entender la enfermedad como “la expresión del esfuerzo del organismo” luchando para recuperar el equilibrio perdido, y no como una mera muestra aislada de “daño”,  es un aspecto fundamental en esta comprensión médica.

La homeopatía busca con su terapéutica ayudar a completar el esfuerzo que el organismo está haciendo para recuperar el equilibrio perdido y que no ha podido lograr sólo,  estimulando la fuerza natural de curación  en “el mismo sentido” que ésta viene haciéndolo.
En otras palabras, busca recuperar o “curar” los propios mecanismos que el organismo tiene para curarse y que han perdido su eficiencia.
¿Cómo lo hace ? A través de la aplicación del principio básico de la homeopatía, “la ley de la cura por los semejantes”.