La Psora y los miamas



Vamos a recapitular algunas ideas para dar un “espiral mas” en la comprensión de las enfermedades para la homeopatía.
A Hahnemann le llevó mas de diez años de profundas observaciones clínicas y reflexiones desde  su primer artículo sobre el método homeopático titulado  «Ensayos sobre un nuevo principio para descubrir las virtudes curativas de las sustancias medicinales»,  publicado en 1796 en el Diario de Medicina Práctica de Hufeland, Alemania, aplicando el principio de la cura por lo similar, para llegar finalmente al concepto de los miasmas crónicos y de la Psora.

Hahnemann observaba que al medicar basándose exclusivamente por los síntomas actuales de enfermedad, obtenía al inicio, la curación de esos síntomas, pero al tiempo reaparecían, o surgían nuevos que ya no respondían adecuadamente al tratamiento.
Esto lo llevó a pensar que la enfermedad básica, la que daba origen a todos los síntomas no había sido en definitiva curada.
Fué entonces cuando comenzó a medicar por la totalidad del paciente, es decir considerando no sólo los síntomas de la enfermedad actual, sino aquellos a aspectos peculiares que caracterizaban a la persona a lo largo de la vida en su totalidad, física y mental.
En ese momento se dio un vuelco notorio en la evolución de sus pacientes, comenzando nuevamente a responder al tratamiento, pero a la vez, sucediendo el proceso de reaparición y cura de síntomas de enfermedades suprimidas anteriormente, como habíamos comentado.
En esta regresión transitoria de síntomas suprimidos que resurgían para curar definitivamente, Hahnemann observó cómo, hacia el final de dicho proceso de cura  en la generalidad de los casos se producía la aparición de una erupción en la piel.
Posteriormente a que ésta última también curara, el paciente quedaba verdaderamente libre de síntomas.  Esto sucedía por ejemplo en pacientes con enfermedades crónicas que llevaban años de evolución.
Esta manifestación en la piel coincidía en general  con el antecedente  de una antigua erupción cutánea suprimida en la niñez que habitualmente no se le había dado importancia, pasando desapercibida u olvidada.
Llegó a la conclusión  que la fuerza vital se ve afectada desde el inicio de la vida por una enfermedad, de igual naturaleza (inmaterial, como la llamaba Hahnemann), responsable de la gran mayoría de las enfermedades de la especie humana.
A esta enfermedad “dinámica” ( por su carácter inmaterial como la fuerza vital ) que afecta crónicamente a la energía vital del individuo la denominó Miasma crónico.
La erupción en la piel representaba para Hahnemann la primera manifestación visible de este miasma crónico, cuyo origen  se encuentra en realidad, afectando a la fuerza vital desequilibrándola.
Por tal motivo llamó a este misma crónico Psora, palabra que en griego significa “mancha” y en hebreo, “trastorno”.
La erupción cutánea no es una enfermedad exclusiva de la piel, como lo demostraba el tratamiento de un paciente con el simillimum, en donde regresaban transitoriamente una a una las anteriores manifestaciones de enfermedades suprimidas, (pero no verdaderamente curadas).
Todas estos síntomas, aparentemente diferentes, forman parte de una misma enfermedad original que se va expresando de maneras muy diversas,  internalizándose progresivamente  si no logra manifestarse en la superficie, como lo hace inicialmente en la niñez.
En las obras principales escritas por Hahnemann, El Organón y El tratado de las Enfermedades Crónicas, (absolutamente recomendables), expresa con agudeza estas convicciones, producto de una ardua tarea de investigación clínica y reflexión.
La Psora nace y se transmite con el individuo a través de las generaciones.
Por lo tanto todos los seres humanos tenemos psora.
La intención de la homeopatía es llevar la psora a la mínima expresión posible, o psora latente, que  representa el estado de mayor salud posible para cada individuo y de menor susceptibilidad a enfermar.
No puede ser eliminada completamente,  es parte de la  condición  humana.
Si bien Hahnemann señaló al síntoma cutáneo como primera manifestación “visible” del desequilibrio vital original o Psora, en realidad teniendo en cuenta el sentido eferente y exonerativo de la fuerza natural de curación,  que va del centro a la periferia, y de la materia mas sutil a la mas densa, se concluye que el desequilibrio de la energía vital  se manifiesta y aloja inicialmente en los planos mas sutiles,  es decir en la mente.
Esto hizo Hahnemann al considerar y jerarquizar el aspecto mental en el tratamiento del paciente.
Indudablemente, un trastorno a nivel  mental, puede habitualmente ser poco manifiesto, “poco visible” a los ojos de los demás, si el mismo no adquiere dimensiones desbordantes que hagan notorio su desequilibrio, a diferencia de un trastorno en la piel que es objetivamente “visible” en tanto se manifieste.
 “La enfermedad” es en sí, por lo general, algo que minusvaliza al individuo,  que lo aleja o estigmatiza socialmente  frente a sus semejantes, quitándole “ciertas” cualidades o aptitudes.
Recordemos a lo largo de la historia las enfermedades infecciosas, como la lepra, la sífilis, la gonorrea, la tuberculosis, las diversas epidemias (o actualmente el sida), y el terror al contagio que generaban ( y generan ) en la población. La mera sospecha de haber contraído cierta enfermedad podía determinar el aislamiento y apartamiento del “sospechoso” o “enfermo”de la sociedad para evitar la  diseminación del mal. (Leprosarios, clínicas para tuberculosos, etc.).
Por tal motivo, el hombre ha intentado habitualmente ocultar su mal, su sufrimiento.
Esto llevó a la medicina a intentar eliminar la enfermedad que se exterioriza, realizando todo tipo de tratamientos supresivos quitándolos de la esfera visible, aunque con resultados posteriores muy poco satisfactorios y agravando la enfermedad del individuo.
De allí que la mente haya sido el “baluarte” donde se refugia y esconde a lo largo del tiempo,  “la enfermedad, el desequilibrio vital, o si se quiere, la psora”,  de la mirada inquisidora de los otros y hasta de uno mismo.

De este modo, no sólo la alopatía realiza tratamientos supresivos, la homeopatía mal entendida, es decir, utilizada con un criterio parcial, o exclusivo  de órgano y no de persona también puede suprimir y  no verdaderamente curar.
Aquellos que realizan “tratamientos homeopáticos” de este modo, no han comprendido mas que el comienzo de la doctrina homeopática, se quedaron con el primer paso que dió Hahnemann, pero no comprenden la verdadera trascendencia del método homeopático.

Tal es la razón por la cual la conflictiva mental e histórica de cada individuo no escapa al interés de la homeopatía, todo lo contrario, allí  se manifiesta nuclearmente el desequilibrio de la energía vital. Si no se abre un camino de curación que involucre el plano mental, no se habrá corregido el centro del desequilibrio vital de la persona.

La manera en que cada persona expresa su desequilibrio vital original (miasmático) o Psora  forma parte de su naturaleza particular, de su idiosincracia,  así como de las circunstancias de la vida  que hacen que esta psora latente en un principio,  se haga  manifiesta.
A la vez, cada individuo intenta diversas formas de sobreponerse a su psora, de contrarrestar el desequilibrio, a través de soluciones adaptativas, pero al igual que la psora, representan  modalidades psicosomáticas distorsionadas de funcionamiento.
Estos modos psicosomáticos de reacción frente al desequilibrio original de la fuerza vital, (pues involucran al cuerpo y a la mente),  la modifican, pero no logran equilibrarla.
Generan nuevos estados adaptativos, pero en definitiva también distorsionados de la fuerza vital.

Para Hahnemann representan miasmas crónicos, pues son pautas que involucran a la persona a lo largo del tiempo.
Básicamente, la homeopatía ha señalado dos formas de contrarrestar el desequilibrio original o psora :
1) a través de un mecanismo global pero distorsionado “en mas”.
2) a través de un mecanismo global hacia “la destrucción”.
Es conveniente aclarar previamente que los nombres con que fueron históricamente denominados dichos miasmas representan a dos enfermedades infecciosas presentes en época de Hahnemann clínicamente prototípicas de la modalidad de funcionamiento global de cada uno de ellos, pero no necesariamente presentes como “cuadro clínico enfermedad” en un paciente determinado.
Al primer miasma, responsable del funcionamiento desordenado “en mas” se lo denominó “Sicosis”, representante de las manifestaciones de la enfermedad gonorreica y de las verrugas.
Al segundo miasma, responsable de las manifestaciones “destructivas”, se lo denominó “Síphilis, representante de las manifestaciones del chancro ulcerado de la sífilis.
Dejemos en claro : ambos miasmas crónicos son “enfermedades dinámicas”, que afectan a la energía vital previamente desequilibrada por la psora. No representan para la homeopatía actualmente, la enfermedad sifilis o la enfermedad gonorrea, tal como habitualmente las considera la medicina. Representan modalidades de funcionamiento global que tienen como ejemplos de su expresión la sífilis en un caso y la gonorrea y las verrugas en otro.
No significa que un paciente con predominancia de manifestaciones destructivas en sus órganos, tejidos o en su actitud mental, tenga necesariamente la enfermedad sífilis, o el VDRL +.

Mentalmente, la psora puede traducirse en aquellos aspectos infantiles penosos y nucleares, que perduran a lo largo del tiempo, a veces parcialmente “maquillados” por condicionamientos culturales.
La manera cómo cada individuo busca superar o enfrentarse a su sufrimiento central es también un camino particular e idiosincrático.

Tomemos por ejemplo, un sentimiento de falta de confianza en sí mismo, patológico.
Una persona puede volcarse a múltiples actividades y estudios, quizás no en acuerdo con su real vocación o interés, con el objeto de intentar sobreponerse a ese sentimiento básico de inseguridad interna que lo ha acompañado toda su vida, y de este modo, a través de sus “logros” tratar de  aplacar su inseguridad latente.
Bajo la apariencia de un individuo con “éxito”, mantiene su sentimiento de inseguridad básico que no se modifica ni se conforma nunca con lo obtenido,  esclavizándolo en una frenética carrera acumulando actividades para intentar aplacar ese sentimiento interno, que en definitiva, sigue afectando el existir profundo de esa persona.
Otro sujeto, frente al sentimiento psórico de falta de confianza, (a la vez, posiblemente diferente a la falta de confianza del individuo anterior), desarrolla una profunda desvalorización y desprecio hacia sí mismo que lo lleva a abandonarse y  aislarse, cayendo en  el alcohol o en las drogas como forma de aplacar ese sentimiento penoso nuclear.
Cada uno utilizó una forma particular  de reaccionar  a “su psora”.
Ninguno en definitiva logró liberarse de ese sentimiento que lo acompaña a lo largo de la vida.
En el primer caso, la persona intentó compensarlo con un mecanismo “en mas”, produciendo, trabajando exageradamente, acumulando, pero en definitiva, sin dejar de  sufrir,  “trabajando para acallar su psora”.
En el segundo sujeto, la reacción fue “destructiva”, hacia el aislamiento, el empobrecimiento, la atrofia del ser.
Ambos comportamientos muestran las dos grandes tendencias o formas compensatorias, de la energía vital de reaccionar frente al desequilibrio original o psórico, que se manifiesta tanto en el terreno psíquico como en el somático.
Pero  ninguno logra equilibrar la energía vital.
La psora  hace a la persona predispuesta a enfermar, allí radica el desequilibrio inicial, que podrá dar lugar a variadas formas compensatorias y manifestaciones de enfermedad.

En el terreno orgánico, la psora manifiesta sus síntomas inicialmente a través de expresiones superficiales y de hiperreacción, frecuentemente en la piel y mucosas.
Por ejemplo a través de todo tipo de síntomas que podrían catalogarse como “alérgicos”, traduciendo la intención exonerativa de la energía vital en su intento de llevar el desequilibrio hacia afuera, hacia los sectores menos comprometedores vitalmente.   
Toda hiperreacción o sensibilidad extrema ya sea  psíquica por ejemplo ansiedades, aprehensiones,  miedos, o física como las mencionadas “alergias”, desde el asma o las diversas manifestaciones reactivas en la piel, hablan de una disposición predominantemente psórica de funcionamiento.
La progresiva internalización del desequilibrio, puede llevar hacia una evolución de sintomas  con una tendencia “en mas”, o  sintomas de hipertrofia, de acumulación, de exceso, dando desde verrugas, hipersecreciones, hipertensión, arteriosclerosis, tumores, etc.
Por otra parte, la evolución de un paciente puede asumir una tendencia predominantemente destructiva, dando todo tipo de atrofias, lesiones ulceradas hasta cánceres.

En realidad se considera que todos las personas tienen “psora” y estas dos tendencias evolutivas menos o más desarrolladas, en distintas proporciones.
Pero, recordemos, estos últimos dos “miasmas”,  son resultado primario de tener psora.
Un ejemplo : la obesidad, la codicia, la hipersexualidad, son tres elementos que hablan  predominantemente del miasma psicósico o hipertrófico.
La tendencia al suicidio u homicidio, la úlcera y la tendencia a la necrosis en los tejidos, señalan un predominio del miasma siphilítico o tendencia destructiva.
Es decir los miasmas representan tendencias de reacción con expresiones psicosomáticas que afectan a la  energía vital, alterándola y generando en ésta como respuesta, distintos tipos de manifestaciones vinculadas más a una u otra tendencia.

Una evolución frecuente en la “forma de enfermar” a lo largo de la vida puede consistir en  pasar de la tendencia psórica a una predominancia del miasma psicósico, como forma de compensación, y finalmente caer en el siphilítico o destructivo.
Por tal motivo en la evolución de un  tratamiento homeopático, este aspecto miasmático tiene también un gran valor predictivo.

Si un paciente con manifestaciones predominantemente siphilíticas o destructivas como una úlcera de estómago, luego del tratamiento homeopático con el medicamento similllimum, comienza a presentar síntomas “alérgicos” en la piel,  puede interpretarse como  un elemento de buen pronóstico evolutivo, porque a la vez de estar superficializando las manifestaciones del desequilibrio vital, lo hace a través de síntomas predominantemente psóricos.
Es decir, para el homeópata los síntomas no sólo son manifestaciones de enfermedad, sino que expresan en sus características, una tendencia general del organismo que puede ser valorada y apreciada cualitativa y evolutivamente.
Si un individuo se le elimina un eczema, y al tiempo le aparece una úlcera gástrica,  el paciente empeoró, pasando  de manifestaciones  superficiales  “psoricas”, a expresar síntomas mas profundos y de una tendencia destructiva.
Si por ejemplo un paciente tiene una crisis asmática y con el medicamento simillimum ésta cede, apareciendo un catarro bronquial con intensa secreción, la evolución es positiva, pues comienza a manifestar síntomas mas superficiales y de carácter exonerativo,  el paciente pues, se está curando.

Toda descarga corporal, ya sea natural o toda secreción que el organismo esté eliminando, señala un sentido exonerativo y saludable de la fuerza natural de curación.
Muchas veces, son resultado de la acción del tratamiento homeopático que está restableciendo el sentido centrífugo de la fuerza natural de curación.
Es necesario comprender esto profundamente, de lo contrario a la primera dificultad o molestia, se caerá fácilmente  en la supresión del síntoma, con quizás un alivio transitorio pero alejándose eventualmente de la posibilidad de curar al paciente.

En este punto uno  encuentra  dos tipos de pacientes : los que comprendieron de qué se trata la homeopatía y los que no.
Quienes no son capaces de tolerar las propias reacciones que la energía vital está movilizando en el proceso curativo, no serán probablemente pacientes homeopáticos por mucho tiempo, y ante las primeras molestias desestimarán todo intento exonerativo que  el tratamiento está promoviendo y volverán a sus anteriores pautas supresivas.
Quienes logren entender y tolerar ciertos trances difíciles, ciertamente a veces molestos en el curso del tratamiento, serán pacientes para  la homeopatía.
Muchas veces para curar hay que desandar caminos de múltiples  supresiones anteriores, y no todos están dispuestos a sobrellevar eventualmente esta experiencia.
Es común que muchos lleguen a la homeopatía como último recurso después de haber atravesado  todo tipo de tratamientos sin resultado. No saben ni les interesa saber en qué consiste la homeopatía. Solo quieren eliminar su sufrimiento. Posiblemente se trata de pacientes muy suprimidos, con compromisos orgánicos importantes  y a los que los tratamientos alopáticos ya no logran siquiera aliviar.
Llegan con los últimos recursos de esperanza, vida y paciencia.
Algunos aún tienen  esperanza y vida, pero carecen de paciencia.
Otros conservan el don de la paciencia, pero han llegado casi sin energía vital.
Otros preguntarán : “¿que tiene que ver cómo me siento yo como persona, cuales son mis preocupaciones, mis debilidades  o mis temores con la úlcera que tengo en la pierna ?
Si el paciente sólo expone su sufrimiento somático dejando oculto su padecer mental, su  conflicto como persona, estará coartando la posibilidad de curación.
¿Por qué ?. Por todo lo mencionado. Porque dejará de lado elementos que forman parte del desequilibrio vital que es una totalidad. Esos síntomas mentales que no fueron contemplados seguirán perpetuando el desorden vital, y éste continuará inmodificado dando lugar a nuevos, los mismos síntomas  u otros mas graves.
Es decir, en el caso eventual de que se haya logrado alivio a una enfermedad local, sin modificar  pautas profundas enfermas del psiquismo que mantienen la psora recluida pero activa, se tratará de una curación local y transitoria,  y posiblemente de una nueva supresión.
Y la supresión lleva a un alivio transitorio del síntoma emergente pero la persona estará mas enferma y lo evidenciará posteriormente, tarde o temprano.
Esto tiene que estar presente en la mente del médico que debe  conocer la historia de las enfermedades previas del paciente para reconocer esta situación  y advertir al paciente que la eventual aparición de algunos aspectos de las mismas en forma transitoria,  (para su  sorpresa o preocupación),  es en realidad un signo positivo y de buen pronóstico, que el tratamiento está movilizando.
Por tal motivo cuando estas circunstancias se dan, se debe estar muy atento en no suprimir ni medicar innecesariamente al paciente, ya que esta reacción se originó como respuesta  del medicamento simillimum, que puso en marcha  “la ley de curación”, que es como señalamos, se llama a este proceso evolutivo de curación.
Si bien pueden resultar molestas muchas de estas reacciones, son parte de un proceso de depuración que el organismo está llevando a cabo a partir del estímulo homeopático.
Es el organismo el que provoca la propia curación,  ayudado en este caso por el estímulo del medicamento homeopático encauzando nuevamente el sentido exonerativo de la fuerza natural de curación.