Suprimir no es lo mismo que curar


 

Suprimir significa, para la homeopatía,  eliminar transitoriamente un síntoma y encontrar en la evolución de ese paciente, la aparición de los mismos síntomas u otros nuevos por lo general mas graves, de localización mas interna y de mayor compromiso vital.
El hecho de eliminar transitoriamente un síntoma y observar en la evolución la reaparición del mismo o el surgimiento de otros mas internos y graves, señala que el desequilibrio de la energía vital sólo se trasladó de un sitio a otro o se internalizó, pero de ningun modo se corrigió.
Todos aquellos tratamientos que conducen a este tipo de evoluciones (inclusive el homeopático mal encarado), promueven un incremento del desequilibrio vital y un empeoramiento del organismo en su conjunto.

Por ejemplo, si un paciente, con síntomas alérgicos en la piel,  luego de un tratamiento (sea alopático, con antialérgicos, u homeopático mal encarado o de cualquier otra clase) pasó en su evolución  a manifestar asma, desapareciendo los síntomas alérgicos en la piel previos, se provocó una supresión. Esto se ve a diario. ¿El paciente está curado ? No. Internalizó los síntomas de su desequilibrio vital.
Si en un paciente con asma, ésta desaparece y surge en su evolución una esquizofrenia, hubo una supresión. Puede no determinarse la causa de la misma (de la supresión), pero de hecho la hubo y determinó en un terreno predisponente frágil, (la idiosincrasia personal) la aparición de esta severa enfermedad. El desequilibrio se trasladó a un sector mas profundo y esencial del ser humano, la psiquis.
Existe en la evolución de cada paciente un hilo conductor dinámico, entre los síntomas, aunque no se reconozca una relación fisiológica directa”conocida” entre ellos.

¿Como  llegó la  homeopatía a estas conclusiones ?
A través de observar con la curación de pacientes, el camino inverso.
Hahnemann observó y describió, cómo en la evolución de pacientes tratados con su simillimum, cuando curaban sus actuales síntomas de enfermedad, reaparecían luego temporaria y transitoriamente otras manifestaciones de enfermedades  “aparentementecuradas ( en realidad sólo suprimidas) que  habían padecido anteriormente.
Si en un inicio, el paciente  había sufrido una erupción cutánea, suprimida ésta por algún tratamiento aparecía asma y,  suprimida  el asma en último lugar, surgía un trastorno mental, Hahnemann observó que el proceso de curación homeopático recorría el camino inverso. Primero se producía la cura del trastorno mental, reapareciendo el  asma transitoriamente, para luego curar  el asma y aparecer la erupción cutánea inicial que finalmente curaba dejando al individuo libre de síntomas.
Esto que le sucedió a Hahnemann en su práctica clínica y que  confirmaron los maestros que le continuaron, es lo que sucede en la práctica cuando se administra el medicamento simillimum del paciente.
La historia de cada paciente muestra cómo el desequilibrio vital original va trasladándose de un sitio a otro, expresándose de diversos modos, desde manifestaciones físicas a síntomas mentales, a partir de los distintos tratamientos parciales que consideran al síntoma emergente, como “toda la enfermedad a eliminar”,  logrando de éste modo sólo  suprimir  ciertos síntomas pero internalizando cada vez mas el desorden vital hacia sectores mas profundos del individuo.
Esto  no quiere decir que no hay que contemplar ni curar las enfermedades que se presentan. Todo lo contrario, sólo, de qué modo hay que hacerlo : considerando la totalidad del individuo como lo busca el simillimum, y respetando la fuerza natural de curación.
Si exclusivamente se toma en cuenta el síntoma emergente y se lo suprime sin considerar el resto del individuo, (como generalmente actúa el modelo alopático), posiblemente se promueva  una supresión, situación que quedará manifiesta en la evolución de ese paciente.

La evolución que se observa en pacientes que reciben su simillimum homeopático y que comienzan su proceso de curación fue  enunciada como la “ley de curación” por otro gran homeópata, Constantino Hering, corroborando lo señalado por Hahnemann.
Esta ley, producto de la observación clínica, retoma las enseñanzas de Hahnemann señalando que la curación sigue una dirección : de adentro hacia afuera, es decir de los órganos  mas internos y nobles a lo mas superficiales o menos comprometedores vitalmente, de arriba hacia abajo, y de la mente al cuerpo.
La mejoría en un proceso de curación homeopático (y no necesaria o exclusivamente en el homeopático) sigue un curso que va desde  los órganos nobles y  centrales que estén comprometidos, como  el cerebro y la psiquis, corazón,  riñones, pulmón, huesos, hacia los sectores mas superficiales y de menor compromiso vital como la  piel y las mucosas, incluidos los fluidos corporales y secreciones.
Es decir, primero hay una mejoría que “se siente” a nivel mental, aunque la persona siga transitoriamente “igual o aún peor” de enferma físicamente. Es frecuente escuchar en la evolución del tratamiento a los pacientes  diciendo : “a pesar de estar peor, me siento mejor”.
De este modo, la curación tiene un sentido, es centrífugo, eferente, es decir va del centro hacia la periferia, de dentro hacia afuera.
Este es el sentido de la fuerza natural de curación y de la evolución de los síntomas cuando la energía vital comienza a ordenarse.
Es decir, busca llevar el desequilibrio de la energía vital hacia afuera, expresándolo en síntomas lo mas superficialmente posible, manifestando la intención de “expulsarlo”, de desprenderse de aquello que le perjudica.

Este sentido eferente puede entenderse a la vez como el camino de  maduración y trascendencia  humana, que como decía Paschero, maestro de la homeopatía argentina, le permita al hombre salir del “egoísmo autista infantil” para   abrirse al mundo y  brindarse a los demás.

Los tratamientos supresivos hacen que la energía vital pierda su sentido exonerativo, y vaya progresivamente internalizando las manifestaciones de su desequilibrio.
Para Hahnemann, las supresiones son, históricamente el origen de las enfermedades crónicas, de todas aquellas enfermedades crónicas graves físicas y mentales.
Supresiones que se han transmitido y reiterado a través de  generaciones, distorsionando la fuerza natural de curación del ser humano, internalizando cada vez mas el desequilibrio vital,
provocando la aparición de enfermedades crónicas cada vez mas frecuentes y severas.
La ley de Hering, o de curación, ayuda al homeópata a establecer un  criterio pronóstico en el  tratamiento a través de la dirección y el sentido que lleven los síntomas tanto físicos como mentales.
Es decir, evaluar si una persona se está curando, o en realidad está cada vez mas enferma, en la evidencia de si sus síntomas antes superficiales y relativamente leves, dejan lugar a otros cada vez mas profundos y comprometedores vitalmente.